Los pobres tienen hambre

Autor:  Padre Eusebio Gómez Navarro OCD

 

                   

            En Sura (una ciudad junto al río Eúfrates) había peste, pero nadie fue atacado de los que rodeaban a Rab. La gente creía que era debido a sus grandes méritos. Pero un sueño les hizo comprender que  aquello era cosa de poca monta para que estuvieran en cuestión los grandes méritos de Rab. Si la peste no se extendió por su barrio era gracias a un hombre que prestaba su pala y su azadón para que pudieran enterrar a los muertos” ( Talmud, Ta’anit 21 b).

 

            “Al desembarcar vio Jesús el gentío, le dio lástima y curó a los enfermos”(Mt 14,14). Cristo se compadece del pueblo sin guía “porque andaban como ovejas sin pastor”.  Su compasión por la gente le mueve a curar a los enfermos, a saciar a la masa hambrienta. Jesús alimenta hasta la saciedad con sólo cinco panes y dos peces y gracias a que alguien prestó lo que llevaba.

            Los pobres siempre han existido y siguen entre nosotros. En nuestro mundo de los adelantos y de la técnica no hemos encontrado la fórmula mágica para acabar con el hambre. Más de dos tercios de la humanidad está carente de alimentos y una gran parte de ella sufre de enfermedad y miseria. Las riquezas las tienen el 20 % de la población mientras que el 80 % tienen que contentarse con las sobras. Mientras más de 70 millones de personas mueren anualmente de hambre, las estadísticas de consumo aumentan.

Sabemos que la pobreza no se ciñe a la falta de pan. Son muchas más las carencias: trabajo, vivienda, cultura, afecto.  La pobreza congrega hoy a muchos “nuevos pobres de la sociedad moderna: ancianos solitarios, enfermos terminales, niños sin familia, madres abandonadas, delincuentes, drogadictos, alcohólicos y tantos otros” (CE: Testigos, 60).

Ante todo tipo de pobreza de nuestro mundo muchos sienten compasión, pero no hacen nada. Es cierto que el problema es enorme, pero cada uno haciendo lo que pueda, solidarios con los otros, ha de impulsarles, como a Jesús, a buscar soluciones eficaces.          

Los pobres piden pan porque tienen hambre. Y en ese pan incluyen, como Lutero, vestido, calzado, casa, granja...Es posible que resulte floja la petición del Padrenuestro. Puede ser porque nuestras dispensas están llenas y tenemos o creemos que tenemos asegurado el pan del mañana.  Sólo el que pasa por la necesidad sabe pedir de verdad y obrar en consecuencia. “Yo diría que sólo el que pide verdadero pan cuando reza, lo que todos por pan entendemos, y lo pide porque lo necesita, únicamente ése reza el padrenuestro como es debido” (J.M. Cabodevilla).

Si “ la peste”, el mal  no  se extiende al mundo es porque siempre hay alguien, o muchos, que prestan su pala y su azadón. Si hay justicia, paz, es porque hay muchos que trabajan, en silencio, porque haya justicia, paz y felicidad. Si podemos acabar con el hambre es porque muchos dan algo de sus bienes para que pueda realizarse el milagro de cada día: que todos tengan pan.     

Con cinco panes, una pala, con un azadón, con lo poco o mucho que podamos hacer cada uno, podemos acabar con la “peste” de esta humanidad.